La reorganización del gabinete nacional, una demanda de la realidad objetiva tras comprobarse la desorientación y pasividad demostrada por el Ejecutivo, crea la expectativa de que una nueva gestión le atribuya al gobierno una energía y una nueva dinámica que permita establecer otro tipo de prioridades. Más allá de los nombres que llegan, el intento de articular de otro modo, concentrando facultades en las áreas donde se elaboran políticas públicas de impacto social y económico, puede ser un recurso válido para enfrentar el desorden con que se venían manejando esas instancias oficiales.


Se necesita un giro hacia decisiones urgentes y audaces. Solamente una política inmediata y consistente que privilegie la demanda social de redistribución de la renta nacional, contención del costo de la vida y generación de empleo, puede tornar positiva aquella expectativa.


Sin una resistencia al conflicto con el verdadero poder que encarnan el capital concentrado, la especulación financiera, los monopolios mediáticos y las corporaciones privilegiadas, poco puede esperarse del recambio ministerial y será una nueva frustración.

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