Informe de coyuntura 18 – Adelanto

«Las nefastas consecuencias de estas medidas están sólo orientadas a incrementar la tasa de ganancia de los grupos económicos más concentrados.»

Por Alejandro Rofman

Redacto estas consideraciones en mérito a mi pertenencia a la Argentina como habitante del país, que se encuentra enfrentado a una situación crítica que amerita que exponga mí posición al respecto. Además, como economista me parece importante que deba exponer mi pensamiento acumulado, no sólo por las enseñanzas adquiridas y la experiencia de trabajo obtenido, sino también por el imperativo que me obliga a opinar en una cuestión que requiere un enfoque técnico comprometido con el futuro promisorio de nuestra sociedad. En el día miércoles 12 de abril, tres precandidatos a presidente del amplio arco del centro derecha de la Argentina, expusieron en los salones de la Sociedad Rural Argentina sus propuestas para ese sector y los lineamientos de sus programas económicos. Uno de los cronistas que estuvo presente en el evento, el señor Agustín Massa, hizo una síntesis de lo que allí se expuso, que se publicó en el diario BAE negocios que recibo cotidianamente en mi domicilio, en la edición del jueves 13. El señor Massa consigna como síntesis, que hubo tres ejes en los que los expositores coincidieron con algunos matices: Consolidación fiscal, unificación cambiaria y quita de las retenciones. Aunque respecto a este último punto, ninguno explicó cómo se alcanzará la baja del déficit en un contexto de menor recaudación. La candidata a presidenta señora Patricia Bullrich, junto con el señor Milei, de La Libertad Avanza, plantearon una urgente eliminación del cepo cambiario, impuesto por el presidente Macri en el 2019 de modo de consagrar un tipo de cambio librado a las variaciones que le impone el mercado, y una reducción drástica del gasto público, con el objetivo de eliminar el déficit fiscal. El día 17 en un coloquio realizado en Bariloche ambos personajes candidatos a la Presidencia agregaron la idea de la dolarización y de usar un hacha y una motosierra para eliminar puestos de trabajo estatales y supuestos déficits en empresas públicas que consideran ineficientes, a partir de su privatización junto a la eliminación drástica de los planteles laborales. Agregaron, además, la eliminación de todos los planes sociales.


Las consecuencias directas de decisiones de este tipo, que están propuestas por quienes tienen una ubicación en este momento muy destacada en las encuestas de opinión acerca del resultado electoral de octubre, recuerdan lo que hizo el ministro de economía Martínez de Hoz en abril del 1976, tras el golpe cívico militar que implantó la dictadura genocida en la Argentina, y lo que también se llevó adelante a fines del 2001 por el gobierno de la UCR. Los mandatarios provisionales que sucedieron al ajuste feroz de los radicales anunciaron el cese del pago de la Deuda Pública Externa en dólares a través de la convocatoria de acreedores, o “ default”. Simultáneamente se devaluó el tipo de cambio que ya no estaría más congelado ilusoriamente en un peso un dólar, sino que se lo dejó librado al mercado. En ambas ocasiones se verificó un fenomenal aumento de precios en forma instantánea porque las retenciones impedían que el precio externo se trasladase al precio interno de las agroexportaciones, base de la dieta alimenticia de nuestros habitantes. El salto devaluatorio llegó al 300%. Entonces el incremento inflacionario fue muy elevado. Como en una y en otra ocasión (en 1976 y en el 2002), y en la que se avecina si los candidatos citados imponen sus recetas, no se tocaron los salarios ni las jubilaciones, por lo que la mayoría de la población argentina de medianos y bajos ingresos vio derrumbada su capacidad adquisitiva en forma violenta, cayendo en una situación de zozobra y miseria generalizada, casi sin antecedentes previos. En 1976 todavía no se computaban índices de pobreza e indigencia, pero en el 2001 dichos índices estaban disponibles. Cuando asume la presidencia, el doctor Néstor Kirchner, el 25 de mayo del 2003, la pobreza había superado largamente el 50% de la población, y la indigencia, o sea, aquellos que no perciben ingresos ni para una canasta diaria de alimentos a consumir, en otras palabras, pasan hambre, llegaba al 25%. Si se cumplen las predicciones de los dos precandidatos citados, en caso de asumir la presidencia, habría realmente una conmoción singular en el hogar de la gran mayoría de los habitantes del país de un día para el otro, pues prometen realizar el ajuste cambiario en forma inmediata. El ingreso real de todos los habitantes que viven de su trabajo formal o informal caería no menos del 120%. Los candidatos no hablan de aumento salarial ni aumento de jubilaciones (altamente improbable este último) porque afirman que van a reducir el gasto fiscal total en forma instantánea en un 20% lo que supondría un día trágico para la mayoría de la población Argentina. En el año 2001 y 2002 ocurrió efectivamente una situación social muy alarmante y, aunque se puso en marcha un plan de ayuda social, el mismo fue limitado. En el año ‘76, las posibilidades de protestar de los trabajadores y los jubilados estaban clausuradas por la dictadura, de modo tal que hubo que reducir drásticamente el consumo, y como dije antes, pasaron hambre muchos millones de habitantes del país. ¿Qué pasará si se pone en marcha este plan previsto por Bullrich y Milei? Lo inmediato es una brutal pérdida de poder adquisitivo de la población, porque el tipo de cambio seguramente al menos se duplicaría, y al eliminarse las retenciones, los precios de los alimentos que constituyen la subsistencia básica de la población crecerían no menos del salto devaluatorio, por un lado, y además un adicional por la quita de la retención. Sería realmente trágico. Sería realmente imperdonable. Sería realmente una decisión que va contra toda norma de justicia social y contra todo criterio equilibrado de respuesta ante el hambre generalizado. El tercer candidato, el señor Rodríguez Larreta, no fue tan drástico en términos de las retenciones, prometió ir eliminándolas de a poco, pero habló de unificación del mercado cambiario que supone una devaluación de no menos del 100% con un traslado inmediato a los precios. En síntesis, si llegaran a triunfar y cumplir sus promesas algunos de estos tres candidatos, se viene una noche trágica. Una vez más los que viven de su trabajo personal, los que menos tienen, son los grandes perjudicados de estas alocadas y perversas medidas. Y es importante tener esto presente para evitar después quejas, lamentaciones, o conflictos muy dolorosos que podrían producirse.


Si a ello le añadimos otro conjunto singular de políticas públicas que los tres postulantes añaden , el futuro es realmente alarmante. Citamos las medidas adicionales que resume un conocido periodista económico, el Lic. David Cufre , que escribe para un matutino el 17 de abril, y las consigna en un aporte especial:


“Devaluar la moneda, ajustar violentamente el gasto público, cerrar o privatizar empresas en manos del Estado, eliminar ministerios y programas, abrir las importaciones, quitar las restricciones a la compra y fuga de dólares, subir las tarifas de luz, gas, agua y transporte, comprimir los subsidios, aumentar la edad jubilatoria, terminar con las moratorias, reformar las leyes laborales, reemplazar la indemnización por despido por un seguro, suprimir o bajar las retenciones a las exportaciones, achicar las contribuciones patronales a la seguridad social, disminuir impuestos al patrimonio y aplicar mano dura frente a la conflictividad social y a las fuerzas políticas que se le opongan.”


Ahora se escucha al Sr. Milei proponer la dolarización y la voladura del Banco Central con dinamita. En verdad este personaje, perfecto imitador de Adolfo Hitler (el Adolfito del cual habla el Papa Francisco) en sus ideas y en sus gestos y discurso, es un peligroso personaje, precursor del odio y la eliminación de quienes no opinan como él.

Este recetario de ajuste y caída brutal de los ingresos reales en el cortísimo plazo con la promesa que más adelante todo se va a equilibrar me hace acordar las expresiones que en su crítica al libre juego de las fuerzas del mercado para lograr una situación futura de estabilidad (que en ninguna de las graves crisis económicas conocidas se logró) y al cual voy a citar, solía citar el más destacado economista del siglo XX, diseñador de la arquitectura económica y financiera de Occidente luego de la Segunda Guerra Mundial, el inglés John Maynard Keynes . Este eminente académico expresó, frente a los vaticinios optimistas de los impulsores de la plena libertad de los mercados para recuperar a las economías capitalistas luego de sus periódicas crisis, como las del año 1929 que los desequilibrios en el mercado que condujeron a tales crisis iban a desaparecer por el sólo funcionamiento del referido mercado sin ninguna medida estatal que enfrente los desequilibrios tan dañinos que desencadenaron un derrumbe financiero como el del año citado. Era cuestión de esperar que la dinámica del sistema capitalista, con el transcurrir del tiempo, reequilibrase las serias perturbaciones acaecidas como el cierre de innumerables empresas, el desempleo masivo y el hambre generalizado. Dijo Keynes: “En el largo todos estaremos muertos”


Entonces, de lo que se trata es que a una promesa de futuro venturoso, que nunca se cumple, se lleva adelante una fenomenal transferencia de ingresos desde los amplio sectores de la producción y el trabajo nacionales a un segmento de la cúpula del poder económico altamente concentrado que está controlado por el sector de productores y comercializadores de la producción agroexportable y de los grupos económicos locales que conforman la red monopólica y oligopólica del ámbito agropecuario, industrial, comercial y comunicacional. Esa transferencia no solamente daña vigorosamente el tejido social sino que es la antesala de nuevas y recurrentes caídas del poder adquisitivo de los sectores mayoritarios de la población a favor de los más encumbrados, proceso de muy difícil e infrecuente reversión en el futuro.


Las nefastas consecuencias de estas medidas están sólo orientadas a incrementar la tasa de ganancia de los grupos económicos más concentrados. Nunca están acompañadas de propuestas orientadas a incrementar el ingreso de quienes viven de su trabajo. Si se recorren los discursos de los candidatos en los encuentros citados -y otros que se siguen repitiendo- no hay una mínima alusión a como van a enfrentar los habitantes del país, que constituyen su mayoría, el alza inusitada de los precios, el cierre de las fuentes de trabajo, la pérdida de las ocupaciones por cesantías masivas y el agudo retroceso de la legislación laboral, encabezado por la eliminación de la indemnización por despido.


Es de esperar que la mayoría de la sociedad responda negativamente a esta apelación de plan económico y social agresivo sin políticas públicas que atiendan a los mayoritarios sectores subordinados del Pueblo.

Frente a la total omisión de medidas compensatorias es preciso enfrentar con toda decisión este nuevo intento de restauración de un modelo conservador y regresivo en nuestro país.

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